La frustración es el sentimiento que aparece cuando no conseguimos aquello que queremos. Se suele manifestar con una reacción de ansiedad, tristeza, enfado o ira que de ser desproporcionada, muy intensa o duradera nos puede generar consecuencias negativas a nosotros mismos y/o a los otros si no sabemos cómo gestionarlas.

Podemos decir que hay personas que tienen más tolerancia a la frustración que otras.

Tener buena tolerancia a la frustración indica tener una buena capacidad para adaptarse a las circunstancias negativas y por lo tanto poder buscar soluciones.

¿De que depende tener una alta o baja tolerancia a la frustración? Principalmente depende de la educación que hemos recibido. Si nuestros padres nos han puesto límites, y no nos han permitido hacer todo aquello que nosotros queríamos habremos aprendido a generar tolerancia a la frustración, porque nos han acostumbrado a no tener inmediatamente todo lo que queremos, a saber esperar, a saber gestionar las rabietas del momento. Por el lado contrario si se nos ha permitido hacer todo lo que queríamos o se nos ha colmado de todos los caprichos, seremos personas acostumbradas a tenerlo todo ya, impacientes y no habremos adquirido la capacidad de esperar las recompensas a largo plazo.

Por lo tanto, para poder disminuir el malestar que produce la frustración cuando no hemos logrado algo que queríamos es necesario:

– No dejarse llevar por la sensación intensa de ansiedad, tristeza o enfado inicial. Aprender a controlarla y aceptarla como normal, dado que frustrarse es normal, a todo el mundo le puede molestar no lograr lo que quiere, pero debe saber aceptar la sensación.

– Analizar qué cosas hemos hecho mal y cómo podríamos cambiarlas

– No ver la situación en términos de blanco y negro, ver que pueden haber puntos intermedios

– Plantearnos a partir de este análisis un nuevo objetivo asumible y alcanzable